Quedó evidenciado que estos dos son de los equipos más fuertes de la Copa. No por nada tienen dos de los planteles más ricos de la región y a sus jugadores se los pelean los clubes más parados de Europa. Son dos equipos bien trabajaditos, con ideas de juego claras, con una dinámica que ni siquiera Argentina o Brasil tienen. Son escuadras velocísimas, que cambian de ritmo cuando quieren, que aprietan al rival siempre y que cuentan con un par de esos jugadores diferentes cada una, esos que son capaces de ponerse el partido al hombro cuando la cosa está difícil.
Chile mejoró con respecto al partido contra México. Cuando vi el partido anterior pensé que estaba en deuda, que Borghi no la tenía clara todavía. Pero ayer, cuando parecía que todos sus defectos quedarían en evidencia, apareció el Chile que recordábamos de Bielsa, un equipo que le juega de “tú a tú” al más pintado. Y ese Chile, aunque nos duela, es el equipo que se le puede plantar a cualquiera, malograrle la película al más rankeado. Ojalá ese no sea el Chile que juegue el 12 contra Perú, pues lo podemos sufrir más de la cuenta.
Uruguay tiene todo. Y, en realidad, muchísimo más de lo que se pensaba. Por este equipo nadie daba nada en el Mundial, y ahora cuenta con aquella experiencia repotenciada. Por eso es mejor que el que jugó en Sudáfrica hace un año. Sus jugadores tienen la campaña mundialista a cuestas y no les pesa. Han madurado a partir de ella, se han revalorizado. Además, cada jugador que entra es bueno, es alucinante. Es raro, por eso, que aún no saque triunfos en esta Copa América, pero no debería tener mayores problemas ante la inexperta selección mexicana. A mí me da la impresión de que los uruguayos andan medio dormidos, pero no dudo de que pasarán de fase. Y ahí a ver quién se los baja.
El partido fue de ida y vuelta. Las únicas pausas que tuvo fueron las varias faltas —9 amarillas en total—, pero ni siquiera ahí se lo sintió trabado. Todos apostaron por el juego rápido, frontal, sin tanto rodeos, toques en primera y buscando constantemente el gol. Por eso el partido se pasó rapidísimo y todos nos quedamos con ganas de más —unos minutitos más y por ahí caía una roja o amarilla que sacara a un chileno del partido contra Perú—. El empate fue justo, pero debió ser a dos goles por bando, mínimo, como para hacerle justicia al gran fútbol que ambos mostraron. Uruguay y Chile son, hoy por hoy, dos equipos del primer nivel mundial. Qué envidia.
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