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viernes, 29 de octubre de 2010

De Dios a mortal: Las pataletas de 'Paolín'

Desde que apareció con la selección en las Eliminatorias para Alemania 2006, Paolo Guerrero se convirtió en algo así como el engreído de la tribuna. Era el futbolista con coraje y huevos, el que dejaba todo en la cancha, el goleador oportunista, próximo capitán y un sinfín de calificativos grandilocuentes. Guerrero era, pues, el jugador que siempre debía estar.
Con el paso del tiempo, sin embargo, empezó la caída acelerada: lesiones, expulsiones, problemas con los hinchas, problemas con sus compañeros, problemas con artistas, entre otros… Guerrero se convirtió en prescindible. Y es cierto: para jugador con huevos la insignia es ahora Vargas, para ‘Capitán Futuro’ (por más absurdo que suene) la prensa pone a Zambrano, para goleador oportunista han aparecido nombres como el de Fernández, Rengifo o están los 134 goles de Pizarro. Ya no podemos decir que la posición de referente de área en la selección le cae de manera tácita a Guerrero. Seamos sinceros entonces: por momento actual, Paolo es banca y quizás ni siquiera la primera alternativa de cambio.
Pero, ¿qué pasó con Guerrero?, ¿cómo así de la noche a la mañana el jugador sufre un cambio tan radical? Ensayaré una respuesta: yo creo que a Paolo lo fregó el ‘Paolín’ de Carlos Álvarez. Me parece la idea que más se ajusta a lo que hemos visto, más allá de que no sea la más lógica.
El humor en la cultura peruana posee un lugar privilegiado, pues el peruano es un ser pícaro, presto a la pendejada, al chongo, con ganas de joder siempre. El humor es una manera de ridiculizar, de burlarse de los superiores: de igualar en una sociedad desigual. Por eso los programas cómicos en nuestro país son un éxito seguro. Y funciona mejor cuando eres un gran humorista, como es el caso de Carlos Álvarez.
El humor es también ‘exagerar’ y un personaje como ‘Paolín’ lo hace sobre uno de los rasgos más característicos para la burla: la homosexualidad. De este modo, no es difícil entender que al sujeto idealizado como “el paradigma del hombre peruano” le afecte que se le dé un giro de 180 grados en el imaginario popular. Guerrero es como el héroe de la tragedia clásica: una vez en la cúspide y gozando de su condición divina tocará verlo caer y convertirse en uno más de los mortales.
Evidentemente el asunto de su carácter también entra a tallar. Es claro que Guerrero requiere de un psicólogo por su personalidad engreída ya formada y para la cual es aún más contraproducente un cargamontón de mofa como el que ‘Paolín’ representa (así como lo fue la divinización anterior del hincha). Guerrero está, pues, perturbado, fuera de foco, aún visiblemente afectado por haber perdido la condición a la que los peruanos lo elevamos, por haber perdido el respeto en su tierra; se encuentra notoriamente incómodo con la nueva personificación que el hincha hace de él. De ahí su susceptibilidad, sus berrinches, sus peleas, sus insultos. En otras palabras, acostumbrado hasta hace poco a su status incuestionable de Dios, Guerrero se ve ahora atrapado en una forma mortal, y eso molesta sobremanera su hinchado ego.
La solución es clara, sin embargo: el goleador con goles se crea. Por ahí tiene que comenzar. Por eso yo justifico su molestia al ser cambiado en el último partido de la Bundesliga. La considero la clásica impotencia futbolística y quiero creer que simboliza que Guerrero va entendiéndose nuevamente como mortal. Porque frustrarse, 'Paolín', sí es humano.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Jugadores de casino

Ya sucedió en las Eliminatorias pasadas. Peruanos hicieron de las suyas en una noche difícil de olvidar en aquel Hotel del pecado. Días después nos comimos la primera goleada en nuestro enésimo intento por regresar a una cita mundialista.

Muchos objetan: en Europa se juerguean también: Suecia, eliminada del Mundial en un partido definitorio, salió de jarana, prostituas incluídas. En las fotos aparece el jugador más caro en la historia del Barcelona, Zlatan Ibrahimovic. Imposible olvidar los escándalos ingleses, casi siempre con John Terry a la cabeza, llenos de alcohol e infidelidades. Lo mismo en Alemania, en la época de los goles de Pizarro con la número 14 del Bayern Munich. El propio Kahn, capitán, líder y figura, envuelto en consumo masivo de productos de calidad germana: cerveza y mujeres.

Ser futbolista es un trabajo y como tal, debe tomarse seriamente. Cuidar el cuerpo y la imagen es indispensable para el presente y futuro del jugador, así como el de su equipo. De eso no entiende casi ningún futbolista, en especial los de billetera ancha y cerebro pequeño. Jugador, hazle caso a Oblitas: tu cervecita tranquilo en casa, para qué más.

La primera derrota de la era Markarián fue muy seria: gol de Panamá y salidita nocturna sin permiso del comando técnico. La ida al casino de jugadores de nuestro seleccionado, cuando la orden expresa era la de quedarse a descansar en sus habitaciones, más que sorpresa causa asco. No juegan en la cancha, pero sí en los casinos. La reincidencia de Farfán lo alejaría de la selección por otros cuatro años, a ver si para esa ocasión deja las mañas para el césped y no para la escapadita caleta.

En el vecino Chile ocurrió un hecho similar al sonado caso "Golf Los Incas". Los mapochinos se hundieron en lo más profundo de la tabla en aquella eliminatoria. Borrón y cuenta nueva. Con juventud, talento y orden tanto fuera como dentro de la cancha, los sureños llegaron a octavos de final del Mundial. Perú, por otra parte, parece empecinado a seguir luchando las dos últimas plazas de Sudamérica. Más que jugadores de fútbol, tenemos jugadores de casino.

PD: Jerffersón Farfán, gracias por ilusionarnos con tus desbordes y jerarquía en la cancha. Inclinabas el juego a nuestro favor en algunos pasajes de los partidos. Entendemos, entonces, que con ese peso en los hombros, tu cuerpo haya querido salir de la habitación para visitar un casino con prostitutas, cuando la orden era quedarse resguardado entre las sábanas. Eras la imagen del líder. No vengas con excusas tipo "no podía dormir y salí a dar una vuelta". Foquita, si no puedes dormir, haz abdominales hasta que se te cierren los ojos.

El cassette repetido

Uno no espera que un atleta sea una persona elocuente, de hecho, no interesa. En general, lo que se espera de un deportista dista bastante de su facilidad de palabra o sus conocimientos de índole cualquiera. Una persona dedicada al deporte cumple cuando el desarrollo en su ámbito de turno es el adecuado; de esa manera habla y es elocuente: con sus acciones.
Sin embargo, al ser el deportista un hombre público en el mundo contemporáneo, su palabra (y accionar) fuera de aquella hábitat natural es buscada por los hombres de prensa, es interesante para la hinchada, es aquello que vende; es decir, en ese contexto, sí importa. Ahora bien, no es ciencia cierta, pero suele decirse que quien mucho entrena el cuerpo, poco lo hace con la mente. No será ciencia cierta, como se dice, pero de que tiende a ser una verdad empírica, no hay muchas dudas.
En el medio futbolístico peruano (y en general en el mundo) no abundan los ‘peloteros’ con gran manejo de palabra frente a un micrófono. Frases cliché como “todo rival es muy difícil”, “solo nos queda seguir trabajando” o “esto es resultado del trabajo de todo el equipo” son el pan de todos los días en los medios deportivos nacionales. Qué se hace, pues, la palabra de un futbolista, por más vacía, repetitiva o ininteligible que sea, vende y hay que aceptarlo. La cuestión es cuando se cruza aquel mencionado umbral de la frase cliché y se llega al razonamiento nulo, como fue el caso de Jefferson Farfán luego del último partido amistoso contra Costa Rica: “se sacó tres puntos importantes”.
Por supuesto, es gracioso y no causa daño a nadie. Me imagino lo que dirán quienes no comparten mi postura: “a mí me interesa que un futbolista juegue bien, no que hable bien”. Pero a lo que va el presente comentario es a ese aprendizaje mnemotécnico de frases trilladas y aburridas que el común de los futbolistas emplea. Ya no se trata de que el deportista de turno escuche la pregunta y busque dentro de su bagaje de frases la que corresponde al momento, no, en el caso de Farfán se llegó al extremo de no poder hilar el contexto en el que se encuentra (o la pregunta de turno) con aquellas frases aprendidas. Un retroceso en el proceso.
Claro que hay futbolistas que no solamente se defienden en el terreno de la palabra, sino que suelen ser jugadores con capacidad para criticar, polemizar o poner en jaque a los reporteros. Mención para Piero Alva, Nolberto Solano, Leao Butrón o Walter Vílchez. Incluso hay quienes se aventuran en la palabra escrita con cierta decencia. El factor educación, queda claro, es benevolente con muy pocos.
Repito, no estoy diciendo que tal o cual jugador tiene poca capacidad mental, tampoco pido que los jugadores nos sorprendan con frases rimbombantes. Yo entiendo que hay patrones y hasta códigos ya establecidos, que hay frases banderas a emplear ya por respeto, ya por pereza mental, ya por carencia de ideas, etc. Lo único que desde este rincón se solicita es que si al menos no se va a cambiar de cassette, que se rebobine.

Palcos en el Estadio Nacional

Sabido es por todos que el Estadio Nacional de Lima se encuentra en remodelación con vistas a una mejora de sus instalaciones. Desde aquí, por supuesto, saludamos la propuesta y, tras conocer los planos de cómo lucirá el coloso José Díaz tras la finalización de las obras, nos emocionamos al saber que contaremos con un escenario de primer orden mundial.
Mi interés y la problemática que planteo tienen que ver, sin embargo, con la creación de palcos en el estadio. Se tratarán de 360 palcos encima de las cuatro tribunas del Estadio Nacional. Palcos que, según ha dicho el Presidente del IPD, Arturo Woodman, lo más probable es que entren en concesión por una buena cantidad de años. Más allá de la gente que piensa que esto afectará a los conciertos que podrían realizarse en el recinto (parecido al problema del Estadio Monumental de Ate), cosa que no pasará, la cuestión que me pregunto es si realmente es buena idea construir beneficios de ese tipo en el principal escenario deportivo de nuestra patria, lugar donde se llevan a cabo varias disciplinas deportivas ajenas al fútbol.
¿Con qué derecho habrá 360 personas, empresas, asociaciones, etc. con un poder de ese tipo en un escenario común (y lógicamente, público) como el Estadio Nacional? ¿No hubiera sido mejor obviar un tema como los palcos que implican, de cierto modo, la expropiación de cierto territorio común? Los palcos del Estadio Nacional simbolizan, a mi entender, un retorno a prácticas obsoletas, del estilo oligárquico; lo veo como una forma de convertir en privado lo que es público, la forma de instaurar una élite o una jerarquía innecesaria. Es, en resumidas cuentas, una forma bastante absurda de segregar al público que desea asistir al estadio (más allá de la ya problemática división de las tribunas y todo el debate que pueda armarse alrededor de eso) y de generar una innecesaria polémica entre el aficionado peruano.
Creo que el Señor Woodman y los encargados de la modernización del Estadio Nacional se hubieran ahorrado un gran conflicto social y hasta ético si hubieran pensado en emplear el dinero de los palcos en una ampliación en la capacidad del Estadio o alguna otra mejora que pudiera considerarse realmente necesaria en vez de crear un elemento de la discordia como considero que son esos palcos.

Rey de la Liguilla B

Su rugido prevaleció en la cancha sintética del norte. León de Huánuco consiguió un meritorio triunfo de visita frente a una César Vallejo que empieza a desdibujarse. Los dirigidos por Mario Viera -quien dejará la Insitución a finales de año- parecen haberse resignado a ver como otr provinciano se lleva el título de la Liguilla y, por lo tanto, un pasaje a la final Nacional.

Franco Navarro lo ha hecho de nuevo. Su Estudiantes de Medicina debe ser el chico más grande de los últimos años, con Barrionuevo como extranjero estrella, Alex Magallanes hecho todo un Riquelme y Germán Carty, la avestruz goleadora que allá por el 2001 ya tenía pinta de retiro. Al hombre denle un Chiquito en el arco, un ex delantero en la defensa y un pecho frío como volante y te arma una columna vertebral inquebrantable. Así se armó el Ciclón del Norte, sin la realidad de Manco, Ciciliano o Tejada y que llegó a la Libertadores.

Nuevamente, esta columna vertebral repite el plato y tal como sucediera el año pasado con el Aurich está peleando el título. Con las agrandadas asistencias de Jean Ferrari, los recursos de náufrago que domina Luis Perea, los disparos asesinos de su 10, Bob Patiño - o simplemente Gustavo Rodas-  y el sacrificio en la volante del delnatero Calheira (no olvidar su granito de 10 goles), esta es la crema del momento: una fiera de local, las lucha todas como visitante, gana con fútbol y garra.

León de Huánuco es la actitud que no está en Ate, el milagro que no aparece en Matute, la serenidad que no llega en Crsital, la regularidad que no tiene la César Vallejo, la empatía que no tiene el Aurich, los cojones de tirarle un piedrazo de Goliat. Tienen medio pie en la final porque no fallan los goles que se come Paolo Hurtado con la blanquiazul, porque Rodas juega a su mejor nivel más seguido de lo que lo hace Piero Alva, porque Jean Ferrari mete los pases que Candelo parece haber olvidado controlar, porque su técnico no restringe el talento de sus mejores armas como si hace el Cabeza Terca Reynoso y, finalmente, porque a veces el fútbol da revanchas inexplicables a jugadores cuyo techo ya estaba escrito.


Franco (Navarro) que puede salir campeón. Que lo grite Johan Fano y todo Huánuco: este León está a la caza del título.

martes, 26 de octubre de 2010

¡'Chorri', apóyanos!


Roberto “El Chorrillano” Palacios es quizás el jugador peruano más querido de los noventas y la primera mitad de esta década. Fue el abanderado en los procesos de eliminatorias para los mundiales de Francia, Corea-Japón y Alemania y se ganó el aprecio de la hinchada no solamente por sus goles (golazos), sino por el indiscutible amor que mostró siempre por la camiseta peruana.
Hablar de los méritos que el ‘Chorri’ tiene para encontrarse en la posición de casi ídolo de la selección peruana de las últimas dos décadas es innecesario; todos conocemos de sus galardones y recordamos con emoción rebosante las tardes y noches de alegría que nos hizo vivir al ponerse la número 10 de la selección (y al ponerse, en más de una ocasión, a los otros otros 10 al hombro).
La cuestión con Palacios es que parece no entender cuándo es el momento de detenerse, de dar un paso al costado. Es indiscutible que, por méritos actuales, Palacios no está para formar parte del proceso de Sergio Markarián en la selección. Si los méritos fueran por amor incondicional y a prueba de balas hacia la ‘blanquirroja’, probablemente el ‘Chorri’ podría jugar ahí y ser el capitán de por vida. Pero no, Palacios debe entender que su tiempo en el equipo nacional llegó a su fin hace ya varios años atrás, que el favor que le hizo ‘Chemo’ al convocarlo para un par de partidos en las eliminatorias pasada fue justamente a manera de agradecimiento. El ‘Chorri’ tiene que meterse en la cabeza que actualmente se encuentra en otra etapa de su carrera, que está ya de salida del fútbol, y que si todavía desea contribuir con su país de alguna manera, la mejor sería dedicándose a la formación de nuevos valores: pasando la posta.
Es quizás irónico (y seguramente seré satanizado por muchos), pero creo que ese es el problema con el ‘Chorri’: su deseo de perennizarse en la selección. De ahí sus constantes comentarios y hasta ruegos de convocatoria, sus declaraciones sobre el tema ‘selección’ siempre que puede. Yo no digo que no sea autoridad para hablar del asunto, pero eso mismo, que hable del asunto como un ser externo a él y que, de una vez por todas, comprenda que su extenso ciclo con la ‘blanquirroja’ llegó hace rato a su fin. El fin de una carrera sin un logro saltante, es cierto, pero que todos los peruanos recordaremos siempre como una trayectoria intachable y que nos llena de emoción. Que la cosa no cambie, ‘Chorri’: apóyanos.

lunes, 25 de octubre de 2010

Nacionalizados en la Selección

En las Eliminatorias para Francia 98, las primeras que realmente viví como hincha peruano, no dejé de sorprenderme con la imagen de dos jugadores nacidos fuera de nuestras fronteras usando la blanquirroja. Se trataba, por supuesto, de Julio César Balerio y el carismático ‘Julinho’. Recuerdo que mi padre me explicó sobre el proceso de nacionalización y, a grandes rasgos, terminé entendiéndolo. La pregunta que quedó rondando en mi -no tan conocedora por entonces- mente futbolera fue si acaso no existían dos jugadores peruanos capaces de cubrir los puestos de Balerio y ‘Julinho’, y si realmente era tan imperativo -como se entiende que, en efecto, es una nacionalización de este tipo (y la urgencia o necesidad que existe detrás de ella)- contar con aquellos dos elementos por encima de algún oriundo de estas tierras.
Prueba de que el presente artículo no busca generar opiniones xenófobas o caer en un obsoleto nacionalismo es que ya a esa edad, con tan solo 9 años, y dándole un rápido vistazo al torneo local, comprendí que no, que en efecto no existían prospectos que sacarán ventaja o igualarán el rendimiento de Balerio y ‘Julinho’. Es decir, entendí plenamente su convocatoria.
Ahora bien, vamos a la lógica y a las verdades. Y vamos paso a paso. Que la primera opción en una selección no sea el contar con jugadores nacionales, sino con nacionalizados, es una evidente falsedad, pues de ser así los cazatalentos de jugadores ‘a nacionalizar’ abundarían, o un entrenador que recién asume el cargo se pondría a buscar jugadores destacados a nivel mundial para conformar un equipo globalizado, tipo un club, que ‘represente’ al país de turno. Y claramente no es así. El tema de un “seleccionado nacional” implica, pues, cierta mística y sentimiento distinto al de un club. Y esto lo digo por más hincha que soy de determinado equipo y también por mucho que los teóricos intelectuales discutan y condenen hasta el hartazgo el concepto de ‘nación’ y su condición construida y artificiosa. Considero que un equipo nacional debe representar, debe unir, cohesionar a aquellos que lo integran con los que estamos fuera del mismo. Repito, no se entienda en términos xenófobos, solo busco desaparecer algunas hipocresías que pululan en el ámbito periodístico, en donde ‘guardar las formas’ a veces es caer en el patetismo de opinión.
Si tenemos en cuenta, además, que por cantidad de jugadores convocables nos encontramos en un escenario un tanto distinto al de Francia 98 (a mi parecer ‘Chemo’ no mintió tan descaradamente con aquello de ‘la mejor generación de futbolistas en 20 años’… ah, ¡¿dijo 50?!), pensar en nacionalizar por nacionalizar me parece completamente absurdo. Dicho esto, en las últimas semanas han sonado los apellidos Rodas, Alemanno, Ferreyra, Vitti y hasta Fleitas como posibilidades para la selección nacional. Yo pregunto si son realmente necesarios los cinco nombres mencionados. ¿No existe una respetable cantidad de arqueros como para pensar en Ferreyra?, ¿hace cuánto Perú no tenía un número considerable de delanteros como el actual como para querer convocar a Alemanno? No me tomen a mal, son muy buenos jugadores para nuestro medio, completamente convocables de no tener lo que tenemos, pero ¿para qué nacionalizarlos ahora? No son realmente necesarios, no superan a los que ya hay en sus puestos. Para mí, un nacionalizado debe marcar diferencia (así como un extranjero que viene a jugar a un club) y en los dos casos mencionados eso no ocurre. Por eso el tema de Rodas y Vitti es distinto: en el Perú no tenemos jugadores en la posición de enganche desde Palacios. Se puede pensar en los volátiles Ramírez, Neyra, Sheput o hasta Mariño, pero no son de confianza dada su irregularidad. En el caso de los enganches argentinos, por ende, creo que sí cabe el análisis; se trata de una posición donde carecemos de jugadores. Finalmente, Fleitas… ¿en serio? Fleitas es más central que marcador por izquierda, ojo. Centrales tenemos, y si se busca marcadores los nombres no abundarán, pero los que hay en carpeta (Rabanal, Vílchez e incluso un retraso de Vargas) son, desde mi punto de vista, claramente superiores a la denominada ‘Máquina’. Es un jugador limitado, con garra, sí, que va adelante siempre, pero que no tiene los méritos. Fleitas es quien mejor me sirve de ejemplo con esto de que caemos en la desesperación de nacionalizar por nacionalizar.
Tomémoslo, pues, con mesura y pensemos que, siendo lo mediáticos y amarillistas que somos los peruanos, los jugadores foráneos que se ofrezcan a defender la blanquirroja serán muchos; ofertas no van a faltar, más bien no nos dejemos estafar. Y ojo: jugadores peruanos, si se buscan bien, tampoco es que falten en demasía. Propongo, entonces, que no nacionalicemos si es que realmente no se trata de un nuevo Balerio o ‘Julinho’, de jugadores en posiciones en donde realmente no haya nada más. Cosa que así, cuando tenga yo que explicarle el tema a mi hijo, la cosa le sea también entendible.

Resistencia de Papel

Marco “Papelito” Flores resguardó el arco blanquiazul por varias temporadas, en las que alternó el césped con el banquillo. Unas de cal y otras de arena,  su currículum cuenta con la participación en un seleccionado sub 20 sin mucho éxito, como todos los porteros que desfilaron por el puesto con más vergüenza que orgullo.
Flacucho y moreno, Marco Flores atajaba aquellas pelotas que arrancan aplausos en la tribuna, pero que todo arquero debía desviar.  A pesar de sus condiciones felinas, esas reacciones gatúbelas con su buzito negro que al perucho tanto le emociona, siempre la tuvo complicada con aquellos remates no tan violentos ni tan complicados que  le eran un escollo para la regularidad que jamás alcanzó. De ahí el apelativo “papelito”: su resistencia era de papel.
 Ahora defiende los colores del Sport Huancayo, un novel equipo que hace poco causó grata impresión en ese archipiélago de voluntades, canchas sintéticas y malos manejos que es el fútbol peruano. Cada fin de semana se hacía más viejo, no por la edad, sino por los goles. Sus gritos desesperados en busca de auxilio fueron apagados por el ruido que se genera cuando la pelota golpea la red.
Sin ninguna memorable hazaña, olvidado por la hinchada y en el ocaso de su carrera, Marco Flores tenía ante sí su hora de revancha. Los argentinos de Fox Sports, los uruguayos del Defensor Sporting y algunos curiosos hinchas peruanos con cable iban a ver el debut del Sport Huancayo en la Copa Sudamericana. Un “sí se puede” que escondía el temor de siempre: “que no los goleen”.
Con un equipo apagado: sin voz de mando, sin jerarquía o vergüenza deportiva, cero criollada de por medio, nula conchudez para armar paredes, nada de sensatez para el despeje o la salida prolija, inexistente trabajo por las bandas, comunicación defensiva, relevos automatizados, juego aéreo o profundidad alguna, extranjeros de juego irrelevante, Irven Ávila en el banco, imprudencia en las faltas; frente a un rival hambriento de goleada  -avisó en la previa la necesidad de sacar provecho a su localía a nivel del mar- que iba a por todas.  Parecía ser el escenario perfecto para la historia: o les embocan una goleada de escándalo o “papelito” Flores ser convertía en un muro de piedra.
No fue culpa del humillado arquero peruano (sí, se comió uno de los últimos con envoltura y todo, por su palo). El 9-0 humilla el orgullo, el de la vocecita “sí se puede”, lo pisotea, juega malabares con él y lo tira al tacho, como hemos hecho con nuestra herencia de Cueto y Cubillas, de Cienciano y Ternero. Volver a donde estábamos, cuando ya nos acostumbrábamos a no bajar la cabeza, a pelear partidos, a pisar la bola y mirar al arco del frente. Y ahora, nuevamente, a escondernos con el rabo entre las piernas en el avión de regreso.
Pudo ser el partido de su vida, pero lo vendieron. Lo dejaron solo en el pelotón de fusilamiento. Una goleada de escándalo, una cachetada a la última oportunidad de Marco Flores. El Sport Huancayo tuvo una resistencia de papel.

En el dolor, hermanos


Fue un buen partido. Más allá del 0 a 0 de saldo al final de los noventa minutos, la ‘U’ y Alianza nos regalaron un clásico entretenido el día de ayer en el Monumental. Fue un clásico intenso porque ambos decidieron jugar, porque no hubo paralizaciones, porque se jugó al filo del reglamento (aunque de eso Galliquio no entienda), porque no dejó de haber emociones desde el arranque y porque tuvo un marco de público espectacular.
El problema es que si bien el clásico dejó una imagen positiva en términos futbolísticos, el resultado final termina por condenar a ambos a meros espectadores de la consagración de la San Martín, a limitarse a observar la tranquila (y apática en tanto deslucida) fiesta ajena con muchas fechas de anticipación. Es decir, aquel tema de “fue un entretenido 0 a 0”, cosa que rara vez es cierta (como en este caso), pierde terreno en este particular escenario al equipararse con la irremediable eliminación mutua que la ‘U’ y Alianza se hicieron el día de ayer.
Creo que hablar sobre las puntuales cuestiones futbolísticas del clásico está un poco demás o resulta innecesario, ya que el tema más importante, que supera largamente cualquier análisis del partido, es este anticipado cierre de campaña para los equipos más grandes del país. Uno tenía que ganar y ninguno pudo hacerlo: ni la ‘U’ con un penal regalado ni Alianza con un hombre más durante todo el segundo tiempo. Si lo vemos desde esta perspectiva, quizás el que uno venciera y tuviera aún oportunidades de alcanzar a la San Martín hubiera sido injusto dadas las irregulares campañas que ambos equipos han cumplido hasta el momento en el torneo local.
La ‘U’ y Alianza Lima empezaron el torneo con el ribete de favoritos luego de la final disputada la temporada pasada, ambos equipos mantuvieron sus planteles casi intactos para este año, los dos jugaron Libertadores, pasaron la primera fase y fueron eliminados simultáneamente, y ninguno de los dos llegó a convencer con su juego en un Descentralizado que los marcó como irregulares. Después de todo, quizás no sea coincidencia que los compadres hayan tenido escrito en sus destinos el cerrar el año en el mismo momento: solidaridad de hermanos en el dolor (y el fracaso), le dicen.

Ay, CMD, si quisieras...


Sucedió en Huánuco, cuando el hoy puntero de la liguilla par, el León, disputaba su ascenso a la Primera División. ¿Qué nos importaba esa camiseta sin peso?  No conocíamos a sus jugadores, el césped estaba descuidado  y su estadio aún en plena construcción durante el desarrollo del partido.
Sin embargo, ahora que la camiseta que juega es la más sagrada de las sagradas, ya nos importa. Mejor dicho, por fin nos damos cuenta: Cable Mágico Deportes (CMD) tiene un problema en sus transmisiones.
Este dato, para nada pequeño, preocupa y mucho. Con la compra de los derechos televisivos (aunque igual se transmitirá en señal abierta) de los partidos de nuestra blanquirroja, CMD será la opción de muchos.  En realidad, de todos los que tienen cable. (por ahora, sólo por ahora)
Después de aquel gol de Vargas (perdón, de Fano) contra Argentina en Lima, los televidentes lo tatuamos en nuestros corazones: “quiero que Peredo narre los partidos de la selección”. Aquel final de infarto, de llanto en el micrófono, júbilo en las tribunas y triunfo en el empate (nunca un empate fue tan sublime) tuvo una textura diferente en el ya mencionado canal.
Muchos lo buscamos en Youtube. Algunos, incluso, bajaron todo el volumen de ATV y sintonizaron CMD en otro televisor. Lo cierto es que a todos se nos eriza la piel al recordar la imagen de Vargas forcejeando con Battaglia, a Peredo empujándolo desde una cabina de transmisión, a Fano desmarcándose para la estocada final. Si Argentina tuvo a Maradona y su barrilete cósmico, nosotros tenemos a los huevos de Vargas.
Hace poco se realizaron los dos primeros partidos de la era Markarián. Más que el oportunismo de José Carlos Fernández, la capitanía del loco Vargas o las ganas de Jefferson Farfán, nos queda un sinsabor en la transmisión; y es que la señal falló en ambos partidos. Ante Canadá, en un inicio, y contra Jamaica, en pleno partido.
Sucedió en Huánuco, cuando la inexperiencia de cubrir un partido en una zona complicada se notó descaradamente. Hay que recordar que en aquel encuentro fue Pedro García quien –misma radio- contaba los sucesos del partido. Su monótona voz y las imágenes repetidas del encuentro fueron un martirio que no me gustaría volver a vivir en los partidos por las Eliminatorias a Brasil 2014. Si CMD no pudo con el cerro de Huánuco, ¿qué pasará cuando vaya a Quito? Si el clima del  Lockhart Stadium fastidió la transmisión - ya por el ocaso del segundo tiempo -, ¿qué pasará cuando se juegue en el Hernando Siles?
Quizás son conjeturas muy avezadas. Por ahí que le pasaba lo mismo al gigante ESPN en sus inicios. No obstante, aquel recuerdo de Huánuco, en el que la falta de planificación (o en su defecto, una mala planificación) manchó la transmisión, es una incómoda espina que vuelve a doler con fallas como las de hace unos días en los amistosos ya mencionados.
La esperanza es que una transmisión así no se repita.