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martes, 28 de diciembre de 2010

El caso Ísmodes y el nulo interés por la camiseta

Desde que vi a Marko Ciurlizza pasarse a Alianza en el 2001, no creo en el cariño por parte de los jugadores hacia determinada camiseta. Aquel traspaso demolió mi naciente idolatría por quien se voceaba como el reemplazo del ‘Puma’ en el medio de la ‘U’. Así, pues, aprendí que el famoso y conveniente “profesionalismo” termina pesando más que el amor a una camiseta (aunque luego Ciurlizza se declarara –milagrosa y oportunamente- hincha de Alianza). Es comprensible, entonces, que no se pueda esperar lealtad de parte de los jugadores. Afrontémoslo, más de uno cambiaría de selección por unos dólares más en los premios.
Lo que no entiendo, sin embargo, es cómo existen dirigentes tan cortos de mente como los actuales de la ‘U’, que más allá de haber realizado algunas contrataciones interesantes, malgastan el dinero en un jugador como Damián Ísmodes, ex-Cristal, alguien sin absolutamente nada nuevo que ofrecer al equipo, y que solamente llega para dividir a la tribuna. ¿Se trata de un capricho totalmente injustificado por parte de ‘Chemo’ o es el ánimo de contratar por contratar al que está disponible? Como fuese, resulta una decisión más que absurda.
Aún cuando pensemos que las características de Ísmodes son necesarias para el juego que ‘Chemo’ pretende instaurar en la ‘U’ (juego que ya tocaría ir mostrando, por cierto), en el Perú existen casi 30 millones de personas, por lo cual resulta un tanto ilógico pensar que no se podría conseguir a otro jugador -no confeso hincha de un equipo con el que existe rivalidad- que pueda ejecutar las mismas funciones que el sobredimensionado Damián. ¿No es un tanto evidente que no se generará empatía entre la barra y el jugador?, ¿no bastaba con tener a ‘Chemo’ en el banco?, ¿o es que el DT quiere pasarle la posta de los insultos a otra persona dentro del grupo?
La camiseta debería tener un peso importante a la hora de hacer contrataciones. ¿Se imaginan que en Argentina los grandes se presten jugadores así como así a cada rato?, ¿creen que allá Vílchez se pasearía tan tranquilo entre dos grandes como lo viene haciendo con Alianza y Cristal desde que apareció? Más allá de que al hincha le joda perder jugadores y verlos en la vereda del frente, el asunto es que se pierde la identificación. “Los jugadores pasan, la camiseta queda”, dicen los que se jactan de ser “más hinchas”. Muy poético, pero bastante distante de la realidad. Imaginemos lo especial que sería que la rivalidad entre equipos llegara a niveles como el de no contratar jugadores del club enemigo. ¿No sería más interesante y existiría un sentimiento de mayor compromiso?
Señor Pacheco, no se trata de tener bastante plata, sino de tener a todos alentando para el mismo lado. Ya le sugirieron que se pueden estar generando problemas en el vestuario por los elevados salarios de algunos nuevos elementos del equipo, ¿para qué aumentar las chances de disputa dentro del club con un jugador traído de uno de los equipos con los que se tiene más rivalidad? Con el caso de Ciurlizza me quedó claro que los jugadores son “súper profesionales” y que no les podemos pedir nada en aras de conservar cierta mística relativa a lo que "ser hincha" significa. Lo malo es que ya ni se puede confiar en el hinchaje de los dirigentes, aquellos mismos que nos florean sobre el sentimiento y la magia que significa cada institución.

martes, 21 de diciembre de 2010

LO QUE EL AÑO DEJÓ

La temporada futbolística ha culminado. La San Martín se proclamó, por tercera vez en su corta vida institucional  (no olvidar que casi desciende una vez) como justo campeón. Algunos jugadores merecen una mención especial, por lo que en Los Recogebolas queremos rendir, cual regalo de Navidad, tributo a estos clanes futbolísticos, especies del césped natural y artificial, avatares de entrenadores supersticiosos, floreros, mediocres, suertudos o simplemente exitosos.

Machacabolas
Una categoría en la que desfilarían matones con short. Se esperaría a un defensa novato o alguien como Mario Gómez. El ganador de este rótulo, sin embargo – Machito, este año, en la cancha, te portaste más que decente-, es Manuel Corrales, intento de lateral por izquierda que mostrara su fútbol por el Viejo Continente, de seguro buscando paredes con otros latinos -como él- perdidos en tierras de nieve a nivel del mar. Manuel recibió cuatro tarjetas rojas.

Atajabolas
Fue capitán de un equipo descendido, aunque su aporte en la campaña fue fundamental para llenar las tribunas e ilusión en algunas jornadas. Silenció a muchos delanteros con sus sobrios reflejos y se volvió prioridad para la agenda de muchos clubes. Daniel Ferreyra atajará el próximo año en el César Vallejo de Víctor Rivera.

Quitabolas
De porte pequeño y agresividad enorme, Antonio González redondeó un buen año, con menos broncas y más fútbol. Su convocatoria a la selección fue un justo premio a su temple y trajín. Sería injusto no mencionar al campeón Balbín, quien surgió como valioso reemplazo en la oncena titular de la San Martín. Asfixia en la marca, es potente y va bien al juego aéreo.

Metebolas
Es cierto que el mejor delantero posible no solo anota en gran cuantía, sino asiste, aguanta bola y sabe jugar sin ella. Bajo estos parámetros, tanto Arriola como Perea deberían compartir una medalla. El colombiano Perea podría ganar por simpatía: casi siempre enfrentaba -y ganaba- a tres o cuatro defensores. En la otra esquina, sin embargo, Arriola tiene un arsenal más completo de cara al gol: las emboca de cabeza. Medalla de bronce para el panameño Tejada. No metió gol en ninguna final (como Alemanno en Huánuco, que resultó fundamental) ni lideró a un equipo sin mucho presupuesto en su ruta a la historia, pero "Diente de Oro", con sus años encima, metió al Aurich en la fase de grupos de la Libertadores y se volvió en un goleador temible en el torneo local. De cabeza, izquierda, derecha.

Recogebolas
Galardón para aquel jugador revelación del certamen. A priori, el malcriado Advíncula –imposible olvidar sus obscenos gestos dirigidos a la tribuna rival- resulta vencedor. Fundamental en Cristal, seleccionado para Markarián: el moreno es un velocista con balón. Potencia, rapidez, explosión. Su vertiginoso cambio de ritmo, sumado a su despliegue táctico, lo convierte en alfil imprescindible sobre el campo de juego.
  • Paolo Hurtado se volvió pieza importante en el equipo de Costas, donde también la frescura de André Carillo ilusiona a los blanquiazules.
  • Aunque suena a broma, postular al delantero Andy Pando es un premio justo a la entrega y olfato goleador: batallador, protege su bola y le marcó a los grandes limeños.
  • Albarracín, el joven volante del Boys tuvo destacadas actuaciones, golazo a Alianza Lima en el Callao incluído. Sin duda, una de las jóvenes promesas a aseguir.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Burga y el hombrecillo

Yo me topé una vez con Manuel Burga. Aquella tarde, cientos de peruanos fuimos al Jorge Chávez para recibir de manera agresiva a la selección de Chile que llegaba a jugar por las eliminatorias para Alemania 2006. Sin embargo, sin que nos diéramos cuenta, la policía sacó a escondidas a los jugadores chilenos y destruyó así cualquier intento de chacota por parte de los que asistimos ese día al Callao.
No obstante, cuando todo tipo de mofa o conato de bronca parecía imposible, el larguilucho Burga hizo su aparición, a paso lento, con celular en mano y con aquellos clásicos e incomprensibles aires de grandeza. Caminaba hacia su auto con una o dos personas de seguridad. Al pasar cerca de mí, un robusto y pequeño personaje le pasó la voz a gritos: “¡¡Manuel!! ¡¡Presidente Burga!!”. El ingenuo dirigente respondió al llamado con una mirada de alegría y un saludo con la mano, a la distancia. Cuando el popular ‘doc’ se regodeaba en aquella inesperada muestra de cariño, el robusto personaje pasó a levantarle el dedo medio y a insultarlo con palabras de grueso calibre, generando la carcajada completa entre las personas que estábamos presentes: Burga había quedado como un huevonazo.
No supo qué hacer. Como último recurso, miró desconcertado a la gente de su seguridad, quienes, ante una intimidante inferioridad numérica, solo hicieron oídos sordos a los gritos y burlas que recibía su empleador. Burga siguió caminando, haciéndose el que hablaba por celular (aburridísima manía de los jugadores y la gente metida en el fútbol para no hablar o hacerse los que no escuchan), y, con seguridad, sintiéndose más humillado cada segundo.
Cuando parecía que nada más ocurriría, el robusto personaje saltó del tumulto y fue a insultarlo casi cara a cara, a tan solo un par de metros. Burga no hacía más que mirar con miedo a aquella persona tres cabezas más pequeña que él, al mismo tiempo que retrocedía ante los insultos del sujeto. Los ‘gorilones’ de seguridad acudieron tarde a reducir al hombrecillo (nadie los culpa, de seguro no les hubiera molestado que algo le ocurriera a Manuelito), y, cuando finalmente lo tuvieron controlado, el que es con seguridad el hombre más odiado en la historia del Perú (apuesto, sin duda alguna, que ni Abimael tiene tan poca aprobación) tomó incomprensible y conveniente valor para acercársele y dárselas de 'macho alfa'. El público se le fue encima ante esa imagen de cobardía, y al entonces reciente presidente no le quedó más que refugiarse en su celular de nuevo, con la cara de espanto más divertida que vi en mi vida.
Algunos segundos después, Burga había partido y el hombrecillo era el héroe local. Los reporteros que estaban cerca (entre los que recuerdo un par de caras conocidas de la tele) imitaban la escena que habían presenciado, agregándole tintes femeninos a la actuación de Burga. Todo era risas. Nadie se acordaba de que no habíamos podido insultar ni agredir a la selección chilena, pues lo que acabábamos de vivir opacó cualquier expectativa con la que llegamos al aeropuerto.
Ese señor cobarde acaba de ser re-reelegido presidente de la F.P.F. Un hombre que no solo produce asco y odio, sino también risa y burla total. Es por eso que resulta tremendamente patético que nos encontremos, hace 8 años –y condenados MÍNIMO a 4 más-, a su merced. Las marchas y lloriqueos ante instancias superiores no van a servir. Propongo que tomemos el ejemplo del sujeto del Jorge Chávez. Será más rápido y eficiente. Total, ya sabemos que en este tipo de casos, Manuel deja de ser hombre y se convierte en un cobarde hombrecillo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Comandante de primera línea

Carlos Zegarra tiene un apellido de peso futbolístico. Hijo del gran 'Pitín', el volante jamás logró calzar la misma talla de talento que su padre. Aún así, es un hombre de experiencia, con numerosas batallas. Algunas de ellas, incluso, con actos que bien podrían ser considerados heróicos. Comandante de primera línea, muchas de sus hazañas morirán con él.

Para el hincha peruano, su estilo de juego resulta apático, aburrido como su rostro de púber elegido último para las pichangas de Educación Física. La  parsimonia con la que traslada el balón nos hace inferir que adolece de un  mal crónico en el estómago (su hermano Pablo sería otra víctima de la familia). Con el paso de los años, Carlos Zegarra se ha ganado a pulso el apelativo de 'pecho frío', por el nulo carisma con el que transita el campo de juego y porque la voz de hincha lo reporta como no habido en momentos de alta tensón.

Aún con todos estos silbidos lanzados desde este cómodo palco cibernético (y las tribunas de los estadios), nadie le quitará al volante sus goles y asistencias, finales y campeonatos. Estos aportes -tan suyos-  se hicieron valer, por ejemplo, en la primera experiencia de 'Chemo' como DT en nuestro fútbol. Aquella vez, con gol triunfal en Arequipa, ante Cienciano, por la final del campeonato (partido que Sporting Cristal jugó sin delanteros).


Sin gambetas que arranquen oles ni velocidad premiada con aplausos, lo suyo pasa por el criterioso y cuidadoso traslado de balón, como si la engreída pelota fuera una bomba de The Hurt Locker. La elegancia del pasecito atrás o la maestría de los centros frontales y avisados son otras de las artes dominadas por Carlos Zegarra.

León de Huánuco, equipo de Zegarra, ha empatado el primer cotejo de la final del fútbol peruano. 1-1 fue el resultado final. Con el marcador aún en blanco, el conductor y mejor jugador del equipo huanuqueño (que era local), Gustavo Rodas, fue expulsado en una gran gresca que originó que otro compañero suyo y dos rivales también se fueran temprano a las duchas. Ante este panorama, la refrigeradora que lleva Carlos Zegarra en las piernas empezó a maquinar los mejores momentos de su equipo.


Jugando nueve contra nueve, los espacios eran vastos como para explayar todo su fútbol. En esta situación afloraron todas esas enseñanzas que recibió de joven, cuando era enganche. "Carlitos, eres 10,  no corras, que la pelota va más rápido que cualquier jugador", "Carlitos, engancha para tu zurda  y reparte, no uses la derecha que zurdos en el fútbol hay pocos", "Carlitos, dile a tu papá que venga a los entrenamientos para un
autógrafo".

Su método futbolístico tenía ahora un propósito. Un lugar y fecha. Era el Neo de esa Matrix, mundo surreal, donde el León de Huánuco jugará la Copa Libertadores. El elegido para liderar los ataques con su lento, pero prolijo juego. Así, con inteligencia, ubicación y claridad, Carlos Zegarra se convirtió en figura.


Con la 20 en la espalda, en plena gloria.
La celebración de su gol, enganchado a la tribuna como un desaforado y a los pocos minutos de haberse iniciado el segundo tiempo, serviría de presagio  para su destacada actuación. Ese calor y euforia contrastaban con su andar, pero hacían juego con su performance.


Sin embargo, el tiempo transcurría y la fatiga aumentaba. La anchura del campo se hacía cada vez más difícil de cubrir. Con el 1-0 en el bolsillo, y el colombiano Perea como asignado para el ataque (junto a las trepadas del impreciso Peña), Zegarra debía preocuparse por tareas defensivas, como su posición en la cancha lo demandaba.

Eran ya varios minutos jugados a exageradas revoluciones. Demasiado para un '10'  disfrazado de volante de primera línea como él. Esto, sumado a su ausencia en  los últimos partidos por suspensión y a su extinta juventud, hizo que al trajinado volante se le congelaran las piernas. Se convirtió en una estatua en la cancha. Parecía bañado en cemento, por la dificultad para moverse. Sorprendentemente, Franco Navarro no lo sacó sino hasta dos minutos antes que finalizara el partido.

Finalmente, no logró un gol triunfal, como aquel en Arequipa, pues a su equipo le anotaron cerca del pitazo final. No recibió una gran  ovación tras su cambio en el epílogo del encuentro. No obstante, nadie podrá poner en duda su buena actuación en un momento tan difícil, jugando nueve contra nueve y por el contexto que siempre representa una final.

Nadie podrá negar, entonces, que el  congelador con ropa de futbolista que es Carlos Zegarra ha funcionado esta temporada con el calor  de su hinchada, aquella provinciana y alejada de campañas como ésta; hinchada que no olvidará sus hazañas y lo mantendrá presente como aquel comandante de primera línea, sereno y con el gatillo presto para luchar una batalla más, quizás la del título nacional el domingo 12 de diciembre del 2010.

jueves, 2 de diciembre de 2010

"Yo no fui": Como siempre, Juvenal silba


Juvenal Silva encarna lo que entiendo por las palabras “conchudez” e “incapacidad”. Mandamás del Cienciano del Cusco desde los noventas, Silva no solo armó su chacra en la otrora capital del Imperio Incaico, sino también su silo: no paró de mandarse cagada tras cagada.
La prensa tiende a adjudicarle los triunfos del club en la Sudamericana y en la Recopa, pero seamos sinceros: se trató de un plantel improvisado, plagado de veteranos que decidieron (por su propia cuenta y ayudados por una inmensa suerte) luchar su última batalla de manera épica y lo consiguieron. Aquel 2003 de la Sudamericana, Juvenal armó un equipo como los de siempre: parchado, sin aspiraciones, mediocre. Que Wiracocha decidiera iluminar al Cusco ese año fue otra cosa. Ojo, no se busca desmerecer a los jugadores, verdaderos artífices del triunfo, sino simplemente ser realistas.
El envión anímico que significó el éxito internacional de una institución peruana no hizo sino terminar de sepultarlo: al igual que nuestros prodigios Farfán o Manco, y como buen peruano, sucumbió ante los flashes, las felaciones por parte de la prensa y los upa upa upapás que no cesaban. Silva, pues, terminó por creerse el Mesías del fútbol peruano cuando en realidad no era (es) más que un dirigente mediocre.
Incapaz de repetir la hazaña luego y armando planteles que no pudieron más que pelear el subcampeonato nacional un par de veces; integrante de cuanta comisión corrupta e inútil se armó en la Federación y aliado de sujetos de credibilidad cero como Mallqui o Burga; congresista de la República (obvio, ¿a dónde más iría a parar un sujeto de semejante currículum?) y soltando comentarios desatinados además de desvergonzados cada vez que tuvo un micrófono al frente, Juvenal Silva mantuvo siempre un discurso de una incomprensible jactancia moral, matizado con un ya caduco triunfalismo y unos terriblemente fingidos aires de mártir, además, claro está, de promesas a un futuro tan indefinido como inexistente.
Este fin de semana, su Cienciano impago y sin patrimonio institucional alguno se juega la baja. Lo hará en el Cusco, con su hinchada, con un puñado de jugadores que merecen el rótulo de héroes, y, seguramente, con Juvenal en las tribunas, cómo no. Seguramente se salvará, juega de local contra el equipo con el cual disputa la baja. Seguramente, como en Chiclayo, el oportunista Juvenal intentará ser parte de la fiesta, de robarse el show. Ojalá que como en Chiclayo, y para siempre, se forme un bloque sólido que lo repela no solo de la celebración, si no de la institución. Este año y por fin, estimado Juvenal, hasta al más ingenuo le quedó claro que el de la culpa siempre fuiste tú.