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viernes, 29 de octubre de 2010

De Dios a mortal: Las pataletas de 'Paolín'

Desde que apareció con la selección en las Eliminatorias para Alemania 2006, Paolo Guerrero se convirtió en algo así como el engreído de la tribuna. Era el futbolista con coraje y huevos, el que dejaba todo en la cancha, el goleador oportunista, próximo capitán y un sinfín de calificativos grandilocuentes. Guerrero era, pues, el jugador que siempre debía estar.
Con el paso del tiempo, sin embargo, empezó la caída acelerada: lesiones, expulsiones, problemas con los hinchas, problemas con sus compañeros, problemas con artistas, entre otros… Guerrero se convirtió en prescindible. Y es cierto: para jugador con huevos la insignia es ahora Vargas, para ‘Capitán Futuro’ (por más absurdo que suene) la prensa pone a Zambrano, para goleador oportunista han aparecido nombres como el de Fernández, Rengifo o están los 134 goles de Pizarro. Ya no podemos decir que la posición de referente de área en la selección le cae de manera tácita a Guerrero. Seamos sinceros entonces: por momento actual, Paolo es banca y quizás ni siquiera la primera alternativa de cambio.
Pero, ¿qué pasó con Guerrero?, ¿cómo así de la noche a la mañana el jugador sufre un cambio tan radical? Ensayaré una respuesta: yo creo que a Paolo lo fregó el ‘Paolín’ de Carlos Álvarez. Me parece la idea que más se ajusta a lo que hemos visto, más allá de que no sea la más lógica.
El humor en la cultura peruana posee un lugar privilegiado, pues el peruano es un ser pícaro, presto a la pendejada, al chongo, con ganas de joder siempre. El humor es una manera de ridiculizar, de burlarse de los superiores: de igualar en una sociedad desigual. Por eso los programas cómicos en nuestro país son un éxito seguro. Y funciona mejor cuando eres un gran humorista, como es el caso de Carlos Álvarez.
El humor es también ‘exagerar’ y un personaje como ‘Paolín’ lo hace sobre uno de los rasgos más característicos para la burla: la homosexualidad. De este modo, no es difícil entender que al sujeto idealizado como “el paradigma del hombre peruano” le afecte que se le dé un giro de 180 grados en el imaginario popular. Guerrero es como el héroe de la tragedia clásica: una vez en la cúspide y gozando de su condición divina tocará verlo caer y convertirse en uno más de los mortales.
Evidentemente el asunto de su carácter también entra a tallar. Es claro que Guerrero requiere de un psicólogo por su personalidad engreída ya formada y para la cual es aún más contraproducente un cargamontón de mofa como el que ‘Paolín’ representa (así como lo fue la divinización anterior del hincha). Guerrero está, pues, perturbado, fuera de foco, aún visiblemente afectado por haber perdido la condición a la que los peruanos lo elevamos, por haber perdido el respeto en su tierra; se encuentra notoriamente incómodo con la nueva personificación que el hincha hace de él. De ahí su susceptibilidad, sus berrinches, sus peleas, sus insultos. En otras palabras, acostumbrado hasta hace poco a su status incuestionable de Dios, Guerrero se ve ahora atrapado en una forma mortal, y eso molesta sobremanera su hinchado ego.
La solución es clara, sin embargo: el goleador con goles se crea. Por ahí tiene que comenzar. Por eso yo justifico su molestia al ser cambiado en el último partido de la Bundesliga. La considero la clásica impotencia futbolística y quiero creer que simboliza que Guerrero va entendiéndose nuevamente como mortal. Porque frustrarse, 'Paolín', sí es humano.

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