Uno no espera que un atleta sea una persona elocuente, de hecho, no interesa. En general, lo que se espera de un deportista dista bastante de su facilidad de palabra o sus conocimientos de índole cualquiera. Una persona dedicada al deporte cumple cuando el desarrollo en su ámbito de turno es el adecuado; de esa manera habla y es elocuente: con sus acciones.
Sin embargo, al ser el deportista un hombre público en el mundo contemporáneo, su palabra (y accionar) fuera de aquella hábitat natural es buscada por los hombres de prensa, es interesante para la hinchada, es aquello que vende; es decir, en ese contexto, sí importa. Ahora bien, no es ciencia cierta, pero suele decirse que quien mucho entrena el cuerpo, poco lo hace con la mente. No será ciencia cierta, como se dice, pero de que tiende a ser una verdad empírica, no hay muchas dudas.
En el medio futbolístico peruano (y en general en el mundo) no abundan los ‘peloteros’ con gran manejo de palabra frente a un micrófono. Frases cliché como “todo rival es muy difícil”, “solo nos queda seguir trabajando” o “esto es resultado del trabajo de todo el equipo” son el pan de todos los días en los medios deportivos nacionales. Qué se hace, pues, la palabra de un futbolista, por más vacía, repetitiva o ininteligible que sea, vende y hay que aceptarlo. La cuestión es cuando se cruza aquel mencionado umbral de la frase cliché y se llega al razonamiento nulo, como fue el caso de Jefferson Farfán luego del último partido amistoso contra Costa Rica: “se sacó tres puntos importantes”.
Por supuesto, es gracioso y no causa daño a nadie. Me imagino lo que dirán quienes no comparten mi postura: “a mí me interesa que un futbolista juegue bien, no que hable bien”. Pero a lo que va el presente comentario es a ese aprendizaje mnemotécnico de frases trilladas y aburridas que el común de los futbolistas emplea. Ya no se trata de que el deportista de turno escuche la pregunta y busque dentro de su bagaje de frases la que corresponde al momento, no, en el caso de Farfán se llegó al extremo de no poder hilar el contexto en el que se encuentra (o la pregunta de turno) con aquellas frases aprendidas. Un retroceso en el proceso.
Claro que hay futbolistas que no solamente se defienden en el terreno de la palabra, sino que suelen ser jugadores con capacidad para criticar, polemizar o poner en jaque a los reporteros. Mención para Piero Alva, Nolberto Solano, Leao Butrón o Walter Vílchez. Incluso hay quienes se aventuran en la palabra escrita con cierta decencia. El factor educación, queda claro, es benevolente con muy pocos.
Repito, no estoy diciendo que tal o cual jugador tiene poca capacidad mental, tampoco pido que los jugadores nos sorprendan con frases rimbombantes. Yo entiendo que hay patrones y hasta códigos ya establecidos, que hay frases banderas a emplear ya por respeto, ya por pereza mental, ya por carencia de ideas, etc. Lo único que desde este rincón se solicita es que si al menos no se va a cambiar de cassette, que se rebobine.
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