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lunes, 25 de octubre de 2010

Resistencia de Papel

Marco “Papelito” Flores resguardó el arco blanquiazul por varias temporadas, en las que alternó el césped con el banquillo. Unas de cal y otras de arena,  su currículum cuenta con la participación en un seleccionado sub 20 sin mucho éxito, como todos los porteros que desfilaron por el puesto con más vergüenza que orgullo.
Flacucho y moreno, Marco Flores atajaba aquellas pelotas que arrancan aplausos en la tribuna, pero que todo arquero debía desviar.  A pesar de sus condiciones felinas, esas reacciones gatúbelas con su buzito negro que al perucho tanto le emociona, siempre la tuvo complicada con aquellos remates no tan violentos ni tan complicados que  le eran un escollo para la regularidad que jamás alcanzó. De ahí el apelativo “papelito”: su resistencia era de papel.
 Ahora defiende los colores del Sport Huancayo, un novel equipo que hace poco causó grata impresión en ese archipiélago de voluntades, canchas sintéticas y malos manejos que es el fútbol peruano. Cada fin de semana se hacía más viejo, no por la edad, sino por los goles. Sus gritos desesperados en busca de auxilio fueron apagados por el ruido que se genera cuando la pelota golpea la red.
Sin ninguna memorable hazaña, olvidado por la hinchada y en el ocaso de su carrera, Marco Flores tenía ante sí su hora de revancha. Los argentinos de Fox Sports, los uruguayos del Defensor Sporting y algunos curiosos hinchas peruanos con cable iban a ver el debut del Sport Huancayo en la Copa Sudamericana. Un “sí se puede” que escondía el temor de siempre: “que no los goleen”.
Con un equipo apagado: sin voz de mando, sin jerarquía o vergüenza deportiva, cero criollada de por medio, nula conchudez para armar paredes, nada de sensatez para el despeje o la salida prolija, inexistente trabajo por las bandas, comunicación defensiva, relevos automatizados, juego aéreo o profundidad alguna, extranjeros de juego irrelevante, Irven Ávila en el banco, imprudencia en las faltas; frente a un rival hambriento de goleada  -avisó en la previa la necesidad de sacar provecho a su localía a nivel del mar- que iba a por todas.  Parecía ser el escenario perfecto para la historia: o les embocan una goleada de escándalo o “papelito” Flores ser convertía en un muro de piedra.
No fue culpa del humillado arquero peruano (sí, se comió uno de los últimos con envoltura y todo, por su palo). El 9-0 humilla el orgullo, el de la vocecita “sí se puede”, lo pisotea, juega malabares con él y lo tira al tacho, como hemos hecho con nuestra herencia de Cueto y Cubillas, de Cienciano y Ternero. Volver a donde estábamos, cuando ya nos acostumbrábamos a no bajar la cabeza, a pelear partidos, a pisar la bola y mirar al arco del frente. Y ahora, nuevamente, a escondernos con el rabo entre las piernas en el avión de regreso.
Pudo ser el partido de su vida, pero lo vendieron. Lo dejaron solo en el pelotón de fusilamiento. Una goleada de escándalo, una cachetada a la última oportunidad de Marco Flores. El Sport Huancayo tuvo una resistencia de papel.

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