Una mañana de la semana pasada. Despierto legañoso, agarro el periódico y lo leo: ‘Chemo’ Del Solar increpó a Ramírez en una práctica por su actitud apática. (Sigo leyendo y me emociono). ‘Chemo’ Del Solar sacó a Ramírez de la práctica diciéndole que no vuelva hasta querer entrenar de verdad (Sonrío). ‘Chemo’ Del Solar no incluye en la lista de concentrados a Ramírez (Felicidad). Dos días después se vocea que Ramírez tendría sus horas contadas en Universitario de Deportes (Victoria).
Explico mi emoción ante los hechos. Luis Ramírez es el típico jugador que me pone de mal humor: siempre queriendo hacer una de más, buscando –sin éxito- la imposible, jugando lento, trasladando como si se ganara cómodamente, una actitud desganada (“pecho frío”), cero ‘feeling’ con la hinchada, yendo a las divididas con miedo, rematando al arco con la fuerza de una niña de seis años...
Desde que apareció, sin embargo, el periodismo deportivo se ha dedicado a recalcar el diamante en bruto que es Ramírez –junto a su compañero de promoción, el impresentable Junior Ross-, a definirlo como el abanderado del ‘fútbol de toque’ (¿a nadie más le jode cada vez que se habla así?) que caracteriza al balompié nacional, se ha rendido ante sus pies por un partido bueno cada dos meses, ha festejado jactanciosamente sus tacos intrascendentes en la mitad de la cancha; en resumidas cuentas, la mediática y ‘apadrinadora’ prensa peruana se ha dedicado a hacerle crecer el ego de manera completamente injustificada.
Es cierto que el tal Ramírez jugó un par de partidos buenos con la ‘U’ este año, que metió un gol importante en la Libertadores y que llegó a la Selección de Markarián. Pero también es cierto que no basta con jugar solo un par de partidos buenos al año en tu equipo, que no es mérito meterle un gol al Libertad de Paraguay si luego fallas diez contra Inti Gas, Alianza Atlético o Sport Huancayo. Y es un hecho -seamos sinceros- que en la selección no tendrá un puesto a menos que sea por la terquedad del entrenador (tipo Autuori con Zegarra): los partidos en los que jugó pasó desapercibido.
Poco después de que leo el periódico aparecen declaraciones del vocero de la Junta Transitoria del club, Julio Álvarez. Ahora bien, este señor podrá ser el Leguía de la presente directiva dadas sus impertinentes y torpísimas declaraciones (producto de una clara necesidad de atención), pero la frase que soltó sobre el jugador en cuestión fue tan precisa como genial: “Ramírez es un jugador de ballet”. Completamente de acuerdo, pues sintetiza la larga lista de críticas que hago algunos párrafos más arriba.
Como hincha de la ‘U’, a Ramírez no lo quiero en mi equipo desde la primera vez que llegó, allá por el 2008. Siempre lo he considerado un jugador que me produce alergia, que representa todo aquello por lo cual el fútbol peruano no progresa. De ahí mi felicidad con la noticia: siento que se da un paso adelante con este reconocimiento público a su apático carácter simbolizado en las acciones de ‘Chemo’ y la frase de Álvarez. Pienso que con esto la ‘U’ y el fútbol nacional avanzan un ‘cachito’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario