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viernes, 4 de febrero de 2011

Lo que dejó la Sub-20

Ya sé que resulta tedioso y nada simpático para nadie, pero creo que es preciso darle un comentario final, a manera de cierre, a la participación peruana en el Sudamericano Sub-20 que se juega en el sur de nuestro país. Hagamos, pues, una suerte de resumen sobre la participación de todos los implicados en este nuevo fracaso de la selección que nos representa.
Víctor Ulloa: Ninguno de sus dos partidos fue decente. La cara de susto que tiene fue exactamente lo que transmitió al equipo y la tribuna: inseguridad pura. No estaba para arrancar de titular.
Carlos Cáceda: Tiene talla, además de mayor estado físico. Tapó los dos partidos de la segunda mitad y, a pesar de que no fue tan exigido como Ulloa, estuvo más atento. No hay mucho que criticarle. Bueno, quizás su peinado al estilo de pseudo gangster reggaetonero.
Carlos Ascues: No se entiende por qué era capitán. Fue la pieza más baja de la defensa.
Jorge Bosmediano: Arrancó contra Uruguay y dejó la impresión de que mereció más minutos.
Alexander Callens: Subió su nivel a medida que pasaban los partidos, pero no fue suficiente. Nota desaprobatoria y le urgen clases sobre cómo salir jugando de manera sencilla. Simplemente, no entendió nunca.
Diego Donayre: Por momentos, interesante. Por momentos, intrascendente. Cuando le perdió el miedo a ir al ataque, aportó algo.
Pedro Requena: Dos cabezazos con la fuerza de un sub-10 contra Chile. Sin personalidad y con mucha inocencia. No corroboró el buen año que tuvo en el Chalaco.
Renato Zapata: Físicamente, el hermano menor de Rabanal, futbolísticamente… también. Rápido, con condiciones, pero nunca se tomó un segundo para pensar lo que haría con la pelota. Falta marca.
Giovanny Morales: No aportó. Quizás robó dos pelotas en todo el Sudamericano. Intrascendente.

Ángel Ojeda: Compensó con personalidad sus falencias técnicas. Corrió, repartió bien e incluso anotó un gol contra Uruguay. Interesante proyecto en una posición complicada. De los mejores.
Benjamín Ubierna: Muy ‘narcolépsico’ para la posición en la que jugaba. Con movimientos a 10 km/h no se puede marcar bien a un rival. Aún puede llegar a la selección de básquet.
Claudio Torrejón: En su primera jugada, sacó volando a un jugador chileno contra los paneles. No volvió a mostrar nada. Goles increíbles fallados contra Venezuela y Uruguay. Muy inseguro.
Christian Cueva: Movedizo, buena disposición, hábil, llegada al arco. Pero también individualista, exagerado, débil y el más llorón. El que más se entregó. De seguro no le faltarán ofertas de afuera.
Joazinho Arroé: Debió ser titular, pues era el ‘10’ pensante que se necesitaba. Eso sí, egoísta por partes y no mostró el físico que pensábamos traería de Italia.
Jorge Bazán: No terminé de entender su posición ni función en el campo. Mostró chispazos, pero nada imprescindible. Lo mismo que hizo él lo pude hacer yo: nada especial.
Óscar Noronha: Quizás mi mayor decepción. No fue referencia de área y es muy débil para el choque. Cansado todos los partidos, no mostró interés en participar en ninguna jugada en la que tuviera que correr. Necesita alguien que le meta una buena patada en el culo para que despierte.
André Carrillo: El pecho frío de la generación. Además de ser el más individualista y hacer siempre una de más, no sintió la camiseta. Venía como la joya del equipo y se fue como un NN.
Ferrín y compañía: El comando técnico decepcionó en varias decisiones: línea de 3 al fondo, no convocar a un ‘9’, no hacer despertar a los jugadores cuando no se movían en la cancha, no aportar ninguna solución desde el banco, realizar cambios errados, etc. Nota aparte para el estado físico mostrado por los jugadores: deprimente.
Burga y compañía: Desde Hamada hasta el inefable Burga (pasando por el caradura Silvestri y la partida de corruptos inoperantes que estuvieron metidos en la organización y en el hotel de la selección) tienen muchas preguntas que responder. La nota saltante, como siempre, para Manuelito y su escape de Arequipa luego de perder el segundo partido. Maricón.
Hinchada: Arequipa tenía el precedente de ser un lugar hostil para la selección. No debió llevarse al equipo a jugar ahí (más allá de que esto no sea una excusa). Hubieran cumplido si tan solo apuntaban bien algún golpe o proyectil contra Burga o alguno de los otros.
Periodistas: Para variar, inflaron sobremanera al equipo antes de la competencia. Desde entrevistas a toda página todos los días en el Comercio hasta los que ponían la presión por el tema de jugar en casa y porque había un cupo extra. Ah, y claro, los mermeleros, aquellos que se casan con todos y no saben articular una crítica nunca, también estuvieron por ahí cojudeando.
Para cerrar, fue necesario un psicólogo, por más que suene a disco rayado y muchos consideren que no es el problema de nuestros futbolistas. Es cierto, lo ideal sería una buena formación desde pequeños. Pero ya que no hay eso, que nuestros futbolistas no han fortalecido ni su cuerpo ni mente desde chibolos, un psicólogo sirve para compensar en algo las taras que se puedan tener. La actitud es un debe para esta selección. Y no jodan, pues, no pueden salir llorando de todos los partidos. ¿Qué carajo fue eso?
La fiesta fue completa. El Perú se merecía exactamente algo así, con sufrimiento sobre el final. Un periodismo, un comando técnico y una federación llenos de ineptos no podían sino construir un equipo de jugadores ineptos. ¿Cuál es la gran sorpresa?

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