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jueves, 2 de diciembre de 2010

"Yo no fui": Como siempre, Juvenal silba


Juvenal Silva encarna lo que entiendo por las palabras “conchudez” e “incapacidad”. Mandamás del Cienciano del Cusco desde los noventas, Silva no solo armó su chacra en la otrora capital del Imperio Incaico, sino también su silo: no paró de mandarse cagada tras cagada.
La prensa tiende a adjudicarle los triunfos del club en la Sudamericana y en la Recopa, pero seamos sinceros: se trató de un plantel improvisado, plagado de veteranos que decidieron (por su propia cuenta y ayudados por una inmensa suerte) luchar su última batalla de manera épica y lo consiguieron. Aquel 2003 de la Sudamericana, Juvenal armó un equipo como los de siempre: parchado, sin aspiraciones, mediocre. Que Wiracocha decidiera iluminar al Cusco ese año fue otra cosa. Ojo, no se busca desmerecer a los jugadores, verdaderos artífices del triunfo, sino simplemente ser realistas.
El envión anímico que significó el éxito internacional de una institución peruana no hizo sino terminar de sepultarlo: al igual que nuestros prodigios Farfán o Manco, y como buen peruano, sucumbió ante los flashes, las felaciones por parte de la prensa y los upa upa upapás que no cesaban. Silva, pues, terminó por creerse el Mesías del fútbol peruano cuando en realidad no era (es) más que un dirigente mediocre.
Incapaz de repetir la hazaña luego y armando planteles que no pudieron más que pelear el subcampeonato nacional un par de veces; integrante de cuanta comisión corrupta e inútil se armó en la Federación y aliado de sujetos de credibilidad cero como Mallqui o Burga; congresista de la República (obvio, ¿a dónde más iría a parar un sujeto de semejante currículum?) y soltando comentarios desatinados además de desvergonzados cada vez que tuvo un micrófono al frente, Juvenal Silva mantuvo siempre un discurso de una incomprensible jactancia moral, matizado con un ya caduco triunfalismo y unos terriblemente fingidos aires de mártir, además, claro está, de promesas a un futuro tan indefinido como inexistente.
Este fin de semana, su Cienciano impago y sin patrimonio institucional alguno se juega la baja. Lo hará en el Cusco, con su hinchada, con un puñado de jugadores que merecen el rótulo de héroes, y, seguramente, con Juvenal en las tribunas, cómo no. Seguramente se salvará, juega de local contra el equipo con el cual disputa la baja. Seguramente, como en Chiclayo, el oportunista Juvenal intentará ser parte de la fiesta, de robarse el show. Ojalá que como en Chiclayo, y para siempre, se forme un bloque sólido que lo repela no solo de la celebración, si no de la institución. Este año y por fin, estimado Juvenal, hasta al más ingenuo le quedó claro que el de la culpa siempre fuiste tú.

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