Carlos Zegarra tiene un apellido de peso futbolístico. Hijo del gran 'Pitín', el volante jamás logró calzar la misma talla de talento que su padre. Aún así, es un hombre de experiencia, con numerosas batallas. Algunas de ellas, incluso, con actos que bien podrían ser considerados heróicos. Comandante de primera línea, muchas de sus hazañas morirán con él.
Para el hincha peruano, su estilo de juego resulta apático, aburrido como su rostro de púber elegido último para las pichangas de Educación Física. La parsimonia con la que traslada el balón nos hace inferir que adolece de un mal crónico en el estómago (su hermano Pablo sería otra víctima de la familia). Con el paso de los años, Carlos Zegarra se ha ganado a pulso el apelativo de 'pecho frío', por el nulo carisma con el que transita el campo de juego y porque la voz de hincha lo reporta como no habido en momentos de alta tensón.
Aún con todos estos silbidos lanzados desde este cómodo palco cibernético (y las tribunas de los estadios), nadie le quitará al volante sus goles y asistencias, finales y campeonatos. Estos aportes -tan suyos- se hicieron valer, por ejemplo, en la primera experiencia de 'Chemo' como DT en nuestro fútbol. Aquella vez, con gol triunfal en Arequipa, ante Cienciano, por la final del campeonato (partido que Sporting Cristal jugó sin delanteros).
Sin gambetas que arranquen oles ni velocidad premiada con aplausos, lo suyo pasa por el criterioso y cuidadoso traslado de balón, como si la engreída pelota fuera una bomba de The Hurt Locker. La elegancia del pasecito atrás o la maestría de los centros frontales y avisados son otras de las artes dominadas por Carlos Zegarra.
León de Huánuco, equipo de Zegarra, ha empatado el primer cotejo de la final del fútbol peruano. 1-1 fue el resultado final. Con el marcador aún en blanco, el conductor y mejor jugador del equipo huanuqueño (que era local), Gustavo Rodas, fue expulsado en una gran gresca que originó que otro compañero suyo y dos rivales también se fueran temprano a las duchas. Ante este panorama, la refrigeradora que lleva Carlos Zegarra en las piernas empezó a maquinar los mejores momentos de su equipo.
Jugando nueve contra nueve, los espacios eran vastos como para explayar todo su fútbol. En esta situación afloraron todas esas enseñanzas que recibió de joven, cuando era enganche. "Carlitos, eres 10, no corras, que la pelota va más rápido que cualquier jugador", "Carlitos, engancha para tu zurda y reparte, no uses la derecha que zurdos en el fútbol hay pocos", "Carlitos, dile a tu papá que venga a los entrenamientos para un autógrafo".
Eran ya varios minutos jugados a exageradas revoluciones. Demasiado para un '10' disfrazado de volante de primera línea como él. Esto, sumado a su ausencia en los últimos partidos por suspensión y a su extinta juventud, hizo que al trajinado volante se le congelaran las piernas. Se convirtió en una estatua en la cancha. Parecía bañado en cemento, por la dificultad para moverse. Sorprendentemente, Franco Navarro no lo sacó sino hasta dos minutos antes que finalizara el partido.
Para el hincha peruano, su estilo de juego resulta apático, aburrido como su rostro de púber elegido último para las pichangas de Educación Física. La parsimonia con la que traslada el balón nos hace inferir que adolece de un mal crónico en el estómago (su hermano Pablo sería otra víctima de la familia). Con el paso de los años, Carlos Zegarra se ha ganado a pulso el apelativo de 'pecho frío', por el nulo carisma con el que transita el campo de juego y porque la voz de hincha lo reporta como no habido en momentos de alta tensón.
Aún con todos estos silbidos lanzados desde este cómodo palco cibernético (y las tribunas de los estadios), nadie le quitará al volante sus goles y asistencias, finales y campeonatos. Estos aportes -tan suyos- se hicieron valer, por ejemplo, en la primera experiencia de 'Chemo' como DT en nuestro fútbol. Aquella vez, con gol triunfal en Arequipa, ante Cienciano, por la final del campeonato (partido que Sporting Cristal jugó sin delanteros).
Sin gambetas que arranquen oles ni velocidad premiada con aplausos, lo suyo pasa por el criterioso y cuidadoso traslado de balón, como si la engreída pelota fuera una bomba de The Hurt Locker. La elegancia del pasecito atrás o la maestría de los centros frontales y avisados son otras de las artes dominadas por Carlos Zegarra.
León de Huánuco, equipo de Zegarra, ha empatado el primer cotejo de la final del fútbol peruano. 1-1 fue el resultado final. Con el marcador aún en blanco, el conductor y mejor jugador del equipo huanuqueño (que era local), Gustavo Rodas, fue expulsado en una gran gresca que originó que otro compañero suyo y dos rivales también se fueran temprano a las duchas. Ante este panorama, la refrigeradora que lleva Carlos Zegarra en las piernas empezó a maquinar los mejores momentos de su equipo.
Jugando nueve contra nueve, los espacios eran vastos como para explayar todo su fútbol. En esta situación afloraron todas esas enseñanzas que recibió de joven, cuando era enganche. "Carlitos, eres 10, no corras, que la pelota va más rápido que cualquier jugador", "Carlitos, engancha para tu zurda y reparte, no uses la derecha que zurdos en el fútbol hay pocos", "Carlitos, dile a tu papá que venga a los entrenamientos para un autógrafo".
La celebración de su gol, enganchado a la tribuna como un desaforado y a los pocos minutos de haberse iniciado el segundo tiempo, serviría de presagio para su destacada actuación. Ese calor y euforia contrastaban con su andar, pero hacían juego con su performance.
Su método futbolístico tenía ahora un propósito. Un lugar y fecha. Era el Neo de esa Matrix, mundo surreal, donde el León de Huánuco jugará la Copa Libertadores. El elegido para liderar los ataques con su lento, pero prolijo juego. Así, con inteligencia, ubicación y claridad, Carlos Zegarra se convirtió en figura.
Con la 20 en la espalda, en plena gloria. |
Sin embargo, el tiempo transcurría y la fatiga aumentaba. La anchura del campo se hacía cada vez más difícil de cubrir. Con el 1-0 en el bolsillo, y el colombiano Perea como asignado para el ataque (junto a las trepadas del impreciso Peña), Zegarra debía preocuparse por tareas defensivas, como su posición en la cancha lo demandaba.
Eran ya varios minutos jugados a exageradas revoluciones. Demasiado para un '10' disfrazado de volante de primera línea como él. Esto, sumado a su ausencia en los últimos partidos por suspensión y a su extinta juventud, hizo que al trajinado volante se le congelaran las piernas. Se convirtió en una estatua en la cancha. Parecía bañado en cemento, por la dificultad para moverse. Sorprendentemente, Franco Navarro no lo sacó sino hasta dos minutos antes que finalizara el partido.
Finalmente, no logró un gol triunfal, como aquel en Arequipa, pues a su equipo le anotaron cerca del pitazo final. No recibió una gran ovación tras su cambio en el epílogo del encuentro. No obstante, nadie podrá poner en duda su buena actuación en un momento tan difícil, jugando nueve contra nueve y por el contexto que siempre representa una final.
Nadie podrá negar, entonces, que el congelador con ropa de futbolista que es Carlos Zegarra ha funcionado esta temporada con el calor de su hinchada, aquella provinciana y alejada de campañas como ésta; hinchada que no olvidará sus hazañas y lo mantendrá presente como aquel comandante de primera línea, sereno y con el gatillo presto para luchar una batalla más, quizás la del título nacional el domingo 12 de diciembre del 2010.
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