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sábado, 17 de septiembre de 2011

La nueva camiseta de Perú

Ayer, viernes, fue la presentación de la camiseta que vestirá la selección nacional en su camino hacia Brasil 2014. Para variar, estuvo reventando de periodistas, pues durante todo el proceso de espera su creación estuvo totalmente plagada de flashes, críticas, sugerencias y mucho floro; la de siempre, pues. El diseño creado por Sumy Kujón presenta sus principales novedades en cuanto a los significativos cambios que sufren —nunca esta palabra fue tan precisa— el escudo y el cuello de la polera, mientras que, además, el diseño plantea una variación mínima de la franja, así como emana un espíritu retro tan de moda por estos días.

Para una federación que quiere plata, nuevas camisetas cada año. Para una selección de moda, una camiseta de moda. Lamentable, pero cierto. Bajo esos parámetros se rigen en la F.P.F. De por sí es difícil entender los motivos que llevan a un equipo a realizar variaciones de su camiseta a cada año. Sí, la marca que las produce necesita del billete, de acuerdo. ¿Pero no les parece que se pierde un poco de la esencia del club cuando algo así pasa? Miren Europa: cada equipo grande tiene cinco camisetas, y la emblemática varía cada temporada de alguna manera. Acá no más, Alianza trajo del ataúd una camiseta verde y Cristal improvisó una amarilla (¿?). Muy criticable o, al menos, polémico. Pero más triste aún es cuando prácticas como estas llegan a una selección nacional, donde se termina afectando algo más grande.

¿Por qué no mantener el diseño con el que se jugó en la Copa América de Argentina? ¿Qué tenía de malo? Era uno de los diseños más simpáticos que había visto en los últimos años —quizás el más simpático desde la simpleza de la que casi nos lleva a México ‘86—, tenía la aprobación del público, ya tenía un año de usada y, si quieren jugar cabalísticamente, tenía a cuestas un tercer puesto en la justa sudamericana. Además, la camiseta completamente roja alterna tampoco estaba nada mal. Es decir, se había encontrado un diseño que tenía consenso, ¿por qué nuevamente hacer otro cambio?

La camiseta presentada ayer no está horrible, decir eso sería estúpido. Está bonita, pero está rara. ¿Por qué hay que honrar al Tahuantinsuyo con la sonsera esa del cuello? ¿Por qué es necesario remontarnos a nuestro pasado incaico? ¿Dónde ven que eso ocurra? Ideas así me parecen completamente innecesarias y huachafas. La iniciativa ya no fue recargar la tela de elementos—cosa que saludamos, pues ya tuvimos suficiente con diseños como el del período 2007-2009 o el tristemente célebre de Polmer en el ‘93—, sino recargarla de motivos, cosa que nos parece igualmente absurda. No tenemos que mostrarnos como cultura en una camiseta, no tienen que estar todas las culturas y civilizaciones que pasaron por esta tierra representadas en una franja o en un escudo. ¿Vieron que la chica Kujón tenía, entre las versiones preliminares, una camiseta con una franja al estilo Paracas? Por favor… El cambio del escudo de la F.P.F. me parece también un poco-bastante caprichoso, así como un afán por dejar marca que habría que analizar mucho. No está malo —es completamente retro—, pero deja el sinsabor que produce siempre el cambio o la variación de una insignia. Lo que saludamos, en todo caso, es la indirecta que se puede inferir del cambio “renovación” en la F.P.F, aunque, lógicamente, no sirva de un carajo. Vamos a decir que la camiseta aprueba, pero que la prueba puesta —el cambio de camiseta en sí— nadie lo pidió.

¿Por qué no podemos ser como los uruguayos o paraguayos, que no varían significativamente nada de sus camisetas de un año al otro? ¿Han visto la de Uruguay? Es hermosa. Y simple. No tiene motivos forzados o retoques de moda. Es una camiseta de fútbol que mantiene la esencia de sus orígenes, ¿qué hay más hermoso que eso? ¡Es una camiseta de fútbol! Antes que estética, tiene que primar lo simbólico. Como decimos, estéticamente esta camiseta no tiene mucho criticable. Su polémica radica en que afecta la cuestión simbólica: cambio de identidad. Y eso, por más que el diseño termine siendo atractivo, deja al hincha —al de verdad, no a los improvisados— con un gesto de inconformidad.

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