Que no se malentienda: no pensamos hacer una diatriba hacia la selección esta vez. Creemos que el equipo jugó bien, dentro de sus posibilidades reales ante una oncena evidentemente superior y que terminó contando con un equipo suplente muy mentiroso. Y no es una crítica al equipo sureño, para nada. Al contrario, es un halago, pues cuentan con jugadores geniales hasta en la banca. De todos modos, queda la sensación de que Perú podría hacer muchísimo más con su equipo titular completo. Más aún si tenemos en cuenta que hoy día prácticamente jugó el tercer equipo nacional, la alineación C. Y eso nos deja muy tranquilos. Los jóvenes que debutaban mostraron personalidad aunque el resultado no fue el ideal.
El malestar, claro está, viene del hecho de perder ante Chile. Un clásico. Y perderlo, por supuesto que sí, de la manera que lo perdimos: con un autogol en el minuto 92 y medio. Es como para morirse, no hay dudas. Porque se hizo un gran esfuerzo durante ambos tiempos y porque, creo yo, merecíamos irnos con el empate. Porque no nos escondimos atrás como México ante nosotros, sino que sí nos atrevimos y por momentos metimos a Chile en su propio arco. Molesta, pues, el hecho de perder así y contra el clásico rival. Así que nada, la parte emocional se queda en ese análisis. La parte racional tendrá a continuación algunas líneas.
Corzo sorprendió gratamente en lo relacionado a la marca. Y tiene el agregado de haber jugado en una banda que no es la suya. No se proyectó nunca, por lo que —por más raro que suene— extrañamos a Yotún cuando el equipo atacaba. Por la otra banda lo de Carmona fue preocupante en las tareas defensivas; le ganaban la espalda siempre. En ataque se animó poco y fue también intrascendente, pero digamos que queda algo salvado —o no se lo pisotea tanto— por su estatus de víctima en aquella injusta expulsión. Sí, pienso igual que Markarián: presión del público y el favorecimiento de siempre al más rankeado. Arriba no hubo peso, literalmente. Chiroque encaró y tuvo la clase suficiente para dejar mal parados a los defensores chilenos más de una vez. Ruidíaz, sin embargo, necesitó de chimpunes con toperoles hiperaltos y unos diez o quince kilos más. Volvió nuestra duda de un inicio: tal vez Írven Ávila era el indicado, debido a su mayor recorrido y promedio de gol en Primera. El resto no tuvo mucho que resaltar. Revoredo, Vílchez y Ramos cumplieron. Gonzáles y Ballón pudieron dar un poco más, pero tampoco es que fueron un desastre. Guevara no apareció y Libman no resaltó.
Chile terminó dominando y seguramente por esa presión fue que el gol terminó cayendo. Lo de Carrillo fue mala suerte, es verdad, pero no deja de joder. Por ahí la crítica podría ser la mala salida de Libman en el centro, la confusión de todo el bloque defensivo —que ya había fallado un par de veces de manera bastante escandalosa minutos antes— y, bueno, alguno que otro meticuloso dirá que tal vez Carrillo no era la persona indicada para encontrarse a medio metro del arco. En fin.
Markarián explotó en la conferencia de prensa. No conocemos las declaraciones de Borghi, DT del equipo chileno, que lo habrían hecho hablar así, pero —conociendo los antecedentes del argentino y el perfil pacífico y tolerante del uruguayo—confiamos en que no fueron una muestra de piconería o malhumor, sino una justificada reacción hacia lo que él considero una afrenta hacia su persona, su equipo o incluso el fútbol. Lo respaldamos y le agradecemos, además, las líneas que le dedicó al arbitraje. Da gusto ver que un técnico de su talla, cuya palabra pesa en los medios y en el entorno sudamericano en general, hable sobre algo que —sin ánimo de poner excusas— nos juega en contra constantemente. Por lo referido a nuestro equipo dudo mucho que las críticas a su labor aparezcan por una derrota. No solo sería irresponsable, sino también una acción condenable.
Se perdió y por ahí que fue lo más justo, pero el sinsabor queda. Chile fue más y Perú, con poco, hizo bastante. La tarea sigue siendo la misma: reforzar como sea la concentración en esos minutos finales (contra Uruguay, en ese gol de Suárez a los ‘45, fue igual). Solo así se puede pensar en cosas serias y grandes.
Ay, Revoredo, si tu chalaca entraba en esa última jugada…
Ay, Revoredo, si tu chalaca entraba en esa última jugada…
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